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El amor de Jenny en dos golpes de claxon

Actualizado: 8 oct 2021

Luis Piedrahita vuelve con un nuevo espectáculo donde habla sin tapujos sobre lo que anhela el ser humano


Existe una persona en el mundo del teatro que solo al verle entrar el público se prepara para algo impredecible. Un hombre de muchos talentos: sabe de música, de magia y de la risa. Con un físico ya distintivo y una personalidad desbordante, Luis Piedrahita es capaz de convertir una tarde nublada de Bilbao en una historia brillante.


Durante el último fin de semana de Enero, el aclamado cómico ha llenado la sala del teatro Campos Elíseos casi hasta su máxima capacidad. Se notó la presencia del “bichito”, pues con las nuevas medidas y el miedo de nuevos contagios dejaban vacías muchas de las butacas del teatro. Aún así, momentos antes de abrir las puertas al teatro eran apreciables pequeños grupos de personas, que entraron de manera escalonada y sin ninguna complicación. Desde las zonas altas del teatro era emocionante ver llenarse la sala con gente que apuesta por la cultura, como un vaso vacío que se llena para dar de beber al sediento.


El propio artista da el pistoletazo de salida: rompió el silencio inicial pidiendo una risotada y una gran ovación “para dar envidia a los que están fuera”. Los anhelos fueron el tema central de su obra, aunque también dio pie a otros asuntos como la COVID-19 o el Primark. Con su estilo caótico propio de Piedrahita, el público se encontraba en pleno huracán del humor, bombardeado por un torrente de reflexiones desternillantes y anécdotas. También tuvo su momento de hablar con el público: se dirigió a la persona más joven y a la persona con mayor “experiencia” para que intercambiaran conocimiento, también dialogó con algunos de primera fila para conocer lo que deseaban. Con la simbiosis de ambos formatos, Luis Piedrahita consigue crear una obra divertida con una esencia improvisada.

El escenario se encuentra vacío minutos antes del espectáculo. Alberto Almazán

La obra transcurrió con normalidad: los gags seguían el guión establecido, los recursos audiovisuales entraban en los momentos correctos. Pero el equipo del teatro no contaba con que fuera un coche hubiera aparcado en doble fila. El ruido de un claxon empezó a introducirse poco a poco, hasta el momento donde el pitido se hizo protagonista. Piedrahita es camaleónico e introdujo el molesto estruendo de una forma ingeniosa. “Si pita dos veces la Jenny me quiere”, exclamó rememorando uno de los chistes. Toda la sala quedó en silencio, esperando saber la respuesta de una entidad desconocida. Las esperanzas de todos se iban atenuando cada segundo que pasaba, hasta que dos escandalosos golpes de claxon infundieron una enorme carcajada. Tras ese golpe de suerte, el artista siguió pidiendo cosas a aquel conductor frustrado hasta que cesó el ruido. Son experiencias como esta la que hacen a Luis Piedrahita único en su materia, ahora junto a su amada.

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